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martes, 10 de enero de 2012

"Seguir siendo de izquierda", de Jorge Semprún



   Di con este artículo firmado por Semprún publicado por la revista Vuelta en 1982 y recuperado por Letras Libres en 2011 para el número homenaje al recién fallecido escritor madrileño. Puede que treinta años después estas palabras queden, evidentemente, descontextualizadas, pero a pesar de ello alerta sobre algo de cuya asunción, por desgracia, no existe tan riguroso consenso. Expongo un fragmento:

“Un pensamiento de izquierda, a mi juicio, y para calmar ahora al más urgido, con todos los riesgos de simplificación que esto conlleva, solo puede articularse en torno a dos tesis centrales, las cuales intentaré resumir.

1. Aun si la historia circunstanciada de la emergencia de una nueva clase explotadora en la URSS está lejos de haber terminado, aun si el funcionamiento exacto de las nuevas relaciones de opresión debe ser más finamente analizado, hay sin embargo una conclusión que ya se impone y que se debe tener el valor de afrontar: la victoria de los bolcheviques en octubre de 1917 ha sido un desastre para la clase obrera mundial.
   Sin duda ha sido una obra maestra de táctica política (¡demos a Lenin lo que es de Lenin!); sin duda provocó y propagó, no solo a través de la vieja Rusia zarista, sino en el mundo entero, el más formidable movimiento social, la más vertiginosa “ilusión lírica” de la historia moderna; pero esto no impide que su resultado fundamental habrá sido no solo establecer una nueva sociedad de opresión burocrática, sino además, y con mayor gravedad, el reducir la clase obrera a un papel exclusivo de productora de plusvalía, privándola de autonomía, de verdadero dinamismo interno, de la misma posibilidad de lucha por la hegemonía. Ningún régimen capitalista ha logrado ni puede por definición lograr esta prueba de fuerza, puesto que su “progreso” depende parcialmente de las luchas y la expansión misma de la clase de los trabajadores.
   Así, no en función de los criterios de los derechos del hombre, por respetables que estos sean, ni en virtud de las exigencias democráticas, sin embargo decisivas, sino desde el punto de vista de la clase obrera misma, es necesario condenar el régimen surgido de la brillante victoria de los bolcheviques. Pero es necesario dejar claro que, para un pensamiento de izquierda, condenar es combatir.

2. En lo que concierne al marxismo, en relación con el cual se ha definido el pensamiento de izquierda contemporáneo (“horizonte insuperable”, etcétera), como su práctica está articulada en función de la URSS y de los partidos comunistas, bastará decir ahora que hay que acabar con la idea que le es latente de una clase universal cuya misión histórica sería la de cambiar el mundo. Pues el proletariado no es esa clase, lo cual se puede demostrar no solo por la experiencia histórica, sino además por una producción conceptual que no deberá rechazar sino simplemente desarrollar algunos de los análisis mayores del mismo Marx. Y es en la no realidad histórica del proletariado como clase universal donde arraiga el papel de sustitución paródica y totalitaria del Único: el Estado-Partido.”



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