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miércoles, 4 de enero de 2012

Ferrer Lerín. Un apunte obvio acerca de las listas literarias




   Hay algo de extraño en todas estas nominaciones de finales y principios de año que suelen proliferar en el mundillo literario y que apenas se basan en el reclamo publicitario que supone tan sencillo gesto. Hay algo de extraño y de obvio en todo este ejercicio laudatorio que me hace retroceder cincuenta años atrás y poner ademán raro ante el embobado rostro de tantas otras plumas que por suerte nos abandonaron, ante su gesto de burla por humillación tan particular. Sospecho que al escribir esto empiezo a formar parte inconsciente de ese extraño circo, pues es este preciso reclamo, ayudado por la iluminación de otros, el que se encarga de prevenir sobre la ausencia del número principal.
   Familias como la mía (Tusquets, 2011) es, sin lugar a dudas, la gran ausente de 2011 en las numerosas –e interminables- listas que acostumbran a sucederse a finales de temporada en los diferentes medios de comunicación literarios. De todas las que he observado apenas forma parte de una selección de lecturas y es curioso que al mismo tiempo lidere la misma. Curioso es, de idéntica forma, que el dueño de este postrero acierto se trate del escritor español con más proyección de las últimas décadas.
   La trayectoria de Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) dejó de ser una incógnita años atrás, exactamente cuando el arqueólogo que es Vila-Matas la sacó de la sombra para incluirla en su Bartleby y compañía, y es desde entonces que ha pasado a engrosar el acomplejado y dudoso catálogo de escritores malditos de la literatura hispana. Su proyección no fue la de otros con menos calidad y más hazañas en su particular cuenta negra, pero sí suficiente para que durante la pasada década se comenzase a tener constancia de la calidad literaria del autor catalán. Ahora ya sabemos que gran parte de su vida la pasó dedicado al vuelo de las aves aragonesas, y que apenas había dejado bocetos de su poética en apenas una triada de poemarios, duplicándose esta cifra a lo largo de los últimos años y siendo el último, Fámulo, el culpable de su Premio de la Crítica en 2010. En 2005 se produjo su bautizo narrativo, concibiendo la editorial aragonesa Mira Editores su primera novela, Níquel, que unida a su continuación, denominada Nora Peb, ha constituido en el pasado año la vuelta al ruedo del poeta barcelonés.
   Familias como la mía tiene, como toda novela que se precie a partir de 1960, algo de Faulkner, algo de Benet, por tanto, y algo de toda esa tradición mal denominada experimental que sin duda ocupará la mayor parte de los manuales literarios sobre el pasado siglo y el que entra cuando algún crítico -Echevarría- que esté dotado de verdad -Echevarría- se ponga manos a la obra e ilumine un camino tan obscurecido por otros. Tiene algo de las grandes obras y una singularidad sin parangón en la novela española última, tan deficiente en lo que a cuestiones formales se refiere. Si me veo en la obligación de recalcar algún elemento de ella, entonces, no puede ser otra cosa que su excelente estilo, que unido a una trama autobiográfica salpicada con matices surrealistas –lo surrealista que pudiera ser un Lezama Lima- hacen de esta novela posiblemente la más destacada –para ello ya tengo el apoyo del mencionado y prometedor autor- del recién extinguido 2011.
   Su lectura merece más tiempo que una innecesaria y posiblemente prematura reseña formal, y aquí no se pretende nada parecido a eso.



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